
¿Obsolescencia a los 40?
La casa está llena de familiares y amigos. En medio de la mesa se observa una torta y, sobre ella, una vela que tiene la forma del dígito 40. En esta parte de la narración, permíteme hacerte dos preguntas: ¿Tú ya tuviste la oportunidad de soplar 40 velitas? ¿Sabes que el psicólogo Levinson, conceptualizó «la crisis de los 40»? Bueno, esta etapa de la vida también llamada, «crisis de la mediana edad», está muy relacionada con el tema de la obsolescencia.
En este período de la vida las personas se plantean muchas preguntas: ¿quiero esta vida para el resto de mis días? ¿he aprovechado bien el tiempo? ¿he dejado de hacer algo? Y entre tantas preguntas también se encuentra esta: ¿he fracasado? Y es que los profesionales mayores de 40 tienen serias dificultades en conseguir un puesto de trabajo. Y si ya tienen un empleo, la mayoría comienza a sentirse discriminado laboralmente (lo cual puede ser cierto). Pero también existe otra razón: la obsolescencia profesional. ¿Cómo podemos evitarla en el campo de la enfermería?
Obsolescencia no es discriminación
La obsolescencia profesional ocurre cuando la persona va perdiendo competitividad en el mercado laboral. Imagínate que con el paso de los años, en el centro de salud donde laboramos, nos fuéramos volviendo obsoletos y quedando rezagados. Esto no tiene que ser así pues no tiene nada que ver con la edad. Podemos ser adultos maduros y no obstante ser profesionales de la enfermería lozanos, vigentes y competitivos. ¿En realidad de qué depende esta pérdida o falta de competitividad?
Sin lugar a dudas existen varios factores. Uno de ellos puede ser albergar la idea de que ya sabemos todo lo que necesitamos y que el título de enfermero que poseemos nos da vigencia por largos años. El error radica en que estamos olvidando que pronto tocarán a la puerta de nuestro trabajo personas con un bagaje cognitivo más actualizado, más jóvenes y con más títulos, para cubrir nuestro puesto.
Una decisión eficaz: la formación continuada
El párrafo anterior nos conduce a otra de las causas de la obsolescencia: el conocimiento que se posee es poco especializado o muy fácil de encontrar en el mercado. Obviamente esa condición va a repercutir en nuestro ejercicio profesional, sobre todo para encontrar soluciones y resolver problemas en el ámbito sanitario. Todo esto acontece porque en la sociedad actual, los continuos cambios científicos y tecnológicos hacen que el conocimiento quede obsoleto a un ritmo acelerado. En un posts anterior hablamos, por ejemplo, de cómo la IA ha incursionado con ímpetu en la enfermería y se necesita conocerla y dominarla.
¿Cómo afrontar esa vorágine de cambios en el campo profesional y laboral? Pues, nos parece que no hay mejor idea que posicionar en nuestra mente la necesidad de una formación continuada. Como por ejemplo, llevar alguna segunda especialidad, una maestría, participar en cursos, talleres, congresos, entre otras cosas. En estos tiempos esto resulta de vital importancia. En este caso puntual de enfermeras y enfermeros, se necesita mantener al día las competencias, tanto en conocimientos como en actitudes y destrezas. En nuestra proyecciones para el futuro mediato no puede faltar nuestra participación en algún programa de posgrado. No hay más misterio ni mejor forma de afrontar la obsolescencia.
Es responsabilidad de cada enfermero y enfermera valorar sus propias necesidades de aprendizaje, buscando los recursos más apropiados y siendo capaz de autodirigir su propia formación. Decía Thomas A. Edison: «Desafortunadamente, parece haber muchas más oportunidades que habilidades. Debemos recordar que la buena fortuna a menudo ocurre cuando la oportunidad se encuentra con la preparación».