Una de las alertas la dio Otelo

El teatro es en la mayoría de ocasiones un reflejo de la sociedad. Así, cuando Shakespeare escribió Otelo reflejó una realidad que muchas veces pasa desapercibida: los celos no son una muestra de amor. Al contrario, amparado en ellos se causa maltrato psicológico. Los celos debieran ser una de las alertas de ello.
Los celos, han sido colocados en la larga lista de violencia psicológica. Y hay muchas razones para ello porque todo aquello que perturbe el sano desarrollo de la persona resulta ser un maltrato.
La violencia psicológica mutila

En el punto anterior nos referimos tanto a los celos masculinos como femeninos. Sin embargo, puesto que el confinamiento por la pandemia, reveló un mayor maltrato hacia la mujer, nos referiremos a ello. Así, otra de las alertas ocurre cuando él no quiere que estudies ni que trabajes.
No hace falta pensar mucho para darnos cuenta que esto es violencia psicológica. Esta imposición desvaloriza a la mujer, daña su autoestima y la coloca en un estado de sumisión.
Más allá de la crítica se esconde algo

¿Eres de aquellas personas que de manera constante le estás diciendo a tu pareja cómo debe de vestirse? ¡Cuidado esa es otra de las alertas a tomar en cuenta!. Aquellas preguntas: «¿Así vas a salir a la calle?», «¿Quieres llamar la atención de la gente?», no se trata tan solo de una crítica y la evidencia de una mala comunicación.
Es mucho más grave que eso. Los psicólogos nos advierten que cuando se inicia este tipo de críticas hay que empezar a tomarlas en serio. Generalmente esto deriva en una conducta de manipulación y control que, como ya sabemos, es violencia psicológica.
La curiosidad fuera de control

En algunos países como España, por ejemplo, espiar el celular de tu pareja es ilegal y tiene pena de cárcel. Pero, esta acción de querer enterarse de las conversaciones por celular o redes sociales, no solo es asunto de legalidad. También constituye un atentado contra la salud. Se trata de violencia psicológica.
La curiosidad por conocer los secretos de nuestra pareja es comprensible. Pero está curiosidad tiene que mantenerse a raya, bajo control. Esto se puede convertir en muchos casos en acciones posesivas, buscando que perseguir y controlar a la otra persona. De esa manera se llega a confundir el amor con la posesión.